jueves, 15 de junio de 2017

David Grossman ganó el premio Man Booker International

El escritor israelí recibió el premio Man Booker International, que distingue al mejor libro extranjero traducido al inglés, por A Horse Walks Into a Bar, tal como se conoció en esa lengua a la novela Gran Cabaret, publicado en castellano en 2015 bajo el sello Lumen.
La excepcional obra fue seleccionada entre 126 propuestas y compartió honores con textos de autores de la talla del israelí Amos Oz, la argentina Samanta Schweblin, el albanés Ismail Kadaré y el francés Mathias Enard, entre otros. El premio consta de 50.000 libras y es compartido entre el autor y la traductora Jessica Cohen.
David Grossman nació en 1954 en Jerusalén. Empezó a trabajar en la radio israelí, pero desde 1988 se dedica exclusivamente a la escritura de novelas y ensayos, que compagina con la actividad de articulista para los periódicos más prestigiosos del mundo. Es autor de diversas obras de ficción para adultos, numerosas novelas para niños, y textos sobre temas políticos y medioambientales. Hombre de gran talla intelectual y moral, figura destacada en la lista de candidatos al Premio Nobel, Grossman forma parte de un comité que debate la posibilidad de entendimiento entre el pueblo israelí y palestino, y ni siquiera la muerte de su hijo en combate le ha hecho desistir de su misión. Su novela La vida entera (Lumen, 2010), ganó numerosos galardones. En 2011 Lumen incorporó a su catálogo Delirio (novela que se complementa con Lo que el cuerpo sabe) y Más allá del tiempo, un texto que unía la poesía, la narrativa y la autobiografía, y en 2015 Gran Cabaret, la novela más reciente de Grossman.
Sobre Gran Cabaret
Estamos en Cesarea, una localidad costera de Israel, y un hombre sube al escenario de un cabaret, pequeño y lleno de humo. Se llama Dóvaleh. Su cuerpo es poco más que piel y huesos, viste unos pantalones remendados y una camisa mediocre, pero unos tirantes rojos y los enormes anteojos lo distinguen.
Entre el público asoma un juez jubilado que había compartido con él la adolescencia y que ahora vive solo, resignado a la muerte de la mujer de su vida. El hombre escucha, el cómico habla, gesticula. Al rato se acaban los chistes y empieza la evocación de los días en que los dos jóvenes paseaban juntos al salir de clase. En el escenario desfila la vergüenza de Dóvaleh por sus orígenes humildes. El juez empieza entonces a recordar: de pronto las ganas de escribir llenan de notas las servilletas que tiene a mano, y entre palabras y miradas el pasado llega al presente.

Grossman construye una novela feroz y tierna a la vez, una pieza espléndida que convierte un teatro de provincia en un gran cabaret. Allí está el dolor de dos hombres y de un pueblo entero que se obstina en mirar el mundo cabeza abajo. El espectáculo acaba, pero la vida sigue y la ironía nos ayuda a caminar.

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